Destellos que iluminan para siempre




Saludo, encuentro. Despliego mi bitácora, mi lienzo ávido de notas, mi reloj que me orienta en el paso de la tarde. Abro mis oídos y corazón a estas tres horas que se abren el horizonte como una vía en perspectiva. Me voy adentrando, ella… mi querida Coachee, también…

Ya he identificado que el camino trae consigo la búsqueda de una imagen de si misma perdida en el ascenso corporativo. Ella no se lo cree, no lo ve: comparte asiento y decisiones con la Junta Ejecutiva de una gran corporación de servicios, pero tiene miedo. Presenta sus ideas y se siente evaluada por esos hombres; cuando se equivoca como cualquiera, piensa que es el fin, que no vale… Sin embargo, ellos la admiran, esperan sus aportes, su pincelada femenina en medio de tantos cromosomas “Y”.

Mientras observo su mirada profunda, descubro de pronto las dos coachees que ocupan en ese instante una misma silla: una que quiere y otra que no la deja, una segura y otra asustada. Una silla vacía viene a protagonizar estas partes; la llevo de la mano a viajar por cada una de ellas, a dialogar en la silla de una, en la silla de otra, a escucharse, a responderse, a describirse. Como una gran regalo veo en su rostro los síntomas de un darse cuenta en el brillo de sus ojos, en el ritmo de sus respiración, en su cuerpo vibrante.

La certeza de que algo se había movido hacia la luz en las profundidades de la experiencia me envolvió de alegría, me hizo crecer con ella desde mi rol de Coach. Hay destellos que iluminan todos los instantes del por venir: éste fue uno de ellos.

No hay comentarios: