Cuando las emociones se desbordan

Ya Aristóteles nos decía en su ética Nicomaqueana: “Cualquiera puede enojarse, eso es muy fácil… pero enojarse con la persona correcta, con el grado adecuado, en el momento justo, con el propósito correcto, y de manera efectiva… eso no es fácil” .

Para el Ejecutivo, enojarse “de manera efectiva” es una habilidad vital para lograr los resultados esperados al mejor precio en motivación y compromiso.

¿Tiendes a explotar con tu equipo de trabajo o con tus pares en el Comité o Junta Directiva y a decir o hacer cosas de las cuales te arrepientes posteriormente? Después de estos eventos ¿sientes que has perdido efectividad, que la relación se ha visto impactada y quisieras volver atrás y hacerlo de manera diferente?

Este tipo de situaciones constituye un objetivo de desarrollo frecuente en los procesos de Coaching Ejecutivo. Las grandes presiones derivadas de las complejidades de la organización moderna, aunadas a factores de aprendizaje temprano y a temperamento, hacen que esta impulsividad sea un verdadero dolor de cabeza para algunos ejecutivos en desarrollo.

La buena noticia es que los avances en las neurociencias durante las últimas dos décadas, así como el desarrollo de las teorías de Inteligencia Emocional, nos dan las claves para ir cambiando este tipo de conducta no efectiva, por formas efectivas de relacionamiento con las personas.


Entendiendo la pérdida de control emocional

Toda pérdida de control emocional está caracterizado, según Daniel Goleman en “La Inteligencia Emocional” por la presencia de los siguientes elementos:

- Un disparador: es algo que alguien dice o hace que dispara la reacción desmedida y descontrolada.
- Una emoción intensa: es una sensación corporal intensa que varía en cada persona (latidos fuertes del corazón, sensación de calor en las orejas, sensación de estómago apretado, manos que sudan, etc.)
- Un reacción automática: un reacción rápida que emerge espontáneamente sin pensar (gritos, insultos, golpes en la mesa, parálisis, etc.).
- Una sensación de arrepentimiento: percepción de que la reacción fue inadecuada y generó resultados no esperados.

Esta dinámica de emoción intensa y respuesta automática se encuentra anclada en lo más profundo de nuestro cerebro reptil, el sistema límbico y más concretamente en la amígdala cerebral (centro de almacenamiento de las emociones) y nos sirve en aquellas situaciones donde está amenazada la vida y no hay tiempo de que la señal de amenaza avance hacia el lóbulo pre-frontal, centro del análisis y decisiones racionales. Este importante mecanismo es el que hace que nuestro cerebro tome –sin dilaciones que podrían ser mortales- la decisión de luchar o huir ante lo que representa una amenaza.


Una mala pasada de nuestro cerebro

Sin duda nos juega malas pasadas nuestro cerebro reptil, pero ¿cómo sucede tal confusión?



En el mundo corporativo hay un sinfín de situaciones que el cerebro del Ejecutivo interpreta simbólicamente como esas amenazas a la vida y disparan el mecanismo de emoción intensa respuesta automática sensación de arrepentimiento. Estas situaciones son los disparadores de un asalto de la amígdala.

En mi práctica como Coach Ejecutiva, he detectado varios disparadores que se repiten:

“Cuando –a pesar de haber previsto la situación y alertado a mi gente- tiene lugar la misma, con un resultado negativo”.
“Cuando alguien se mete con un miembro de mi equipo, descalificándolo injustamente”.
“Cuando me achacan responsabilidades por algo negativo, sin que yo sea el/la responsable”.
“Cuando alguien me pone en entredicho delante del CEO en una reunión de Comité Ejecutivo”.
“Cuando alguien no logra una meta vital que tiene grandes implicaciones en el área bajo mi responsabilidad”.
“Cuando alguien no se responsabiliza por su trabajo”.
“Cuando se me irrespeta a mi o a un colega con uso de ironías durante una reunión”.
“Cuando alguien del equipo no cumple su parte, no respeta los compromisos adquiridos”.
Etc.


Por lo general, los “disparadores” de pérdida de control emocional suelen estar asociados a valores muy arraigados en cada persona, valores que cuando sentimos que son violados, convierten la situación en una amenaza, en este caso, simbólica.

Aprender a interrumpir esta dinámica emocional dependerá de que:

1) Identifiques cuáles son tus disparadores personales y específicos.
2) Identifiques las señales de alarma que te da tu cuerpo justo antes de un asalto de la amígdala.
3) Ejecutes a tiempo cualquier actividad que te haga ganar al menos seis segundos de tiempo para permitir que la señal de amenaza avance hacia la neocorteza cerebral (lóbulo pre-frontal). Por ejemplo: contar hasta 10, servirse un vaso de agua y tomarlo, retirarse de la escena, etc.
4) Practiques y practiques hasta que la conducta esté incorporada.

Para finalizar, es importante que no confundas la inhibición de las emociones (la cual no es conveniente y tiene un precio muy alto para tu salud) con el manejo adecuado de las mismas. Es el propio reto que nos plantea Aristóteles…

Dado que el estrés acumulado predispone al ejecutivo a los disparadores, se recomienda que busques formas muy personales de manejar tu estrés (ejercicio, meditación, respiración conciente, etc.).

He visto grandes transformaciones acerca de esta conducta en mis coachees, cuando se proponen muy en serio este cambio y lo trabajan a conciencia; no olvides que es normal a veces avanzar dos pasos y retroceder uno, ya que se trata de conductas.

Te deseo todo el éxito en la conquista de esa vasto y fructífero territorio del auto-control emocional.

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